Lloviznaba. Al fondo del patio, cerca del galpón, el ciruelo rebosaba: Ciruelas blancas, pulposas,tentadoras. Llegaste silencioso cuando yo trataba de alcanzar la rama más alta. Arrancaste para mí las dos más grandes, y me las presentaste con un gesto sencillo y amoroso. Un verdadero regalo, dos joyas en tu mano.
Las veo siempre, brillantes, panzonas, perladas de pequeñísimas gotas, jugosas, tan dulces...Cada vez más dulces a través del tiempo, cuando vuelvo a evocarlas con delicado fervor, prolongando la exquisita sensación de su sabor en mi boca y tu presencia en mi vida.
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